Persecución de comunidades mapuches en Argentina
El reciente desalojo forzado de comunidades mapuches en cercanías de Cushamen, en la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, revivió los episodios de persecución sobre el pueblo aborigen, el cual no renuncia a ocupar las tierras en las que ancestralmente vivieron sus familias.
En esta oportunidad el desalojo se llevó acabo, sin notificación judicial, en una de las estancias pertenecientes al consorcio Compañía de Tierras del Sud Argentino, propiedad de Luciano Benetton, actualmente uno de los mayores terratenientes en la zona, con cerca de un millón de hectáreas.
El hecho, ocurrido el pasado 27 de mayo y publicado en el portal argentino Notas, llamó la atención por tratarse de un ataque injustificado contra esta comunidad, que busca hacerse a la vida en territorios que históricamente ha ocupado.
La novedad no es que aparezca el nombre Benetton involucrado en una acción contra los mapuches, sino que persistan las acciones intimidatorias contra la población.
Pero este conflicto por la tierra viene de más lejos: de la época de la llamada ‘Conquista del Desierto’, proceso histórico en el cual se fue prácticamente colocando en manos extranjeras los territorios de la Patagonia y en el que se produjo un gran número de muertes en las comunidades indígenas. En la actualidad la titularidad de las tierras sigue perteneciendo a foráneos.
Con argumentos históricos, que datan desde 1891 y que dan fe de la “donación del naciente Estado argentino a capitales extranjeros de tierras mapuches”, la defensa de la comunidad logró convencer, en parte, a las autoridades para que, de alguna manera, ‘destrabaran’ el conflicto. Sin embargo, el grupo de presión del magnate italiano prosiguió buscando formas de negar los derechos de los mapuches y acudió hasta la Corte Suprema de Justicia en 2012 para buscar revertir las decisiones a favor de los derechos de los indígenas.
En 2007, un caso muy sonado refiere directamente a Benetton y familias mapuches (Atilio Curiñaco y Rosa Rua Nahuelquir). Luego de constantes llamados a juicio, intentos de desalojos y actos de violencia contra los indígenas, estos decidieron retornar a sus espacios naturales de convivencia para trabajarlos y convivir en comunidad.
En 2014, el Estado argentino determinó que, mediante la ley 26.160 de relevamiento territorial, la comunidad Santa Rosa Lequelel tenía derecho sobre el territorio que habitaba, cerca de Esquel, en la Patagonia. Ya en 2015, otra comunidad mapuche tomó acciones y recuperó otra porción de hectáreas de Benetton.
La respuesta de la compañía ante este hecho fue emprender legalmente contra los ocupantes por “usurpación”, lo que ha devenido en constantes y cada vez más violentos intentos de desalojos por parte de las fuerzas de seguridad, acciones no exentas de irregularidades.
En opinión de la comunidad mapuche, no se trata de hechos aislados, sino de constantes violaciones a los derechos humanos que su comunidad sufre desde hace muchos años. En un proceso diametralmente opuesto, se ha querido vender la imagen de “salvajes y bárbaros” de los mapuches, mientras que los terratenientes extranjeros se han hecho con las mejores tierras para la producción.
A juicio de algunos expertos en derechos humanos, como el abogado Hernán Montealegre, citado por el portal El Mostrador, asociar el término ‘terrorismo’ con la causa mapuche parece fuera de lugar. Y más cuando se analizan los antecedentes de esta población, históricamente aislada, discriminada y, sobre todo, maltratada por años. Sus acciones buscan defender el derecho a la tierra que durante generaciones han ocupado y trabajado para el sustento de sus familias.
Para entender la constancia de la insistencia de las comunidades, hay que entender algo que trasciende los juzgados, los ‘lobbies’, las noticias y lo meramente cotidiano.
En su cosmología, el concepto de tierra va más allá del simple espacio territorial. ‘Mapuche: gente de la tierra’ no significa que sean los dueños de la misma, sino que son parte de ella. Su lengua, la naturaleza que los rodea y su propia existencia va ligada a la tierra, por la cual viven y que cultivan para dar de comer a sus familias.
Las comunidades mapuches hacen vida en el sur de Chile y minoritariamente en Argentina.
Fuente: ANNUR