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Buenos Aires: Un pueblo bonaerense recupera la producción sustentable de lanas

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Hace poco Ingrid, de Inka Tienda, me dijo: el más olvidado dentro de la cadena de trabajadores textiles es quien hace los hilados. Cuánta razón hay en ello, ¿no? Como consumidores, poco pensamos en quien confecciona la prenda, menos en quien hizo la tela o se encargó de diseñar los estampados y teñirlos, y de seguro pocas veces reparamos en que hay trabajadores detrás de la confección de los hilos y la producción de las fibras (algodón, lana, nylon, etc.)

Lograr una moda más ética implica cuidar cada uno de estos elementos y elegir productos que reduzcan su huella ecológica (hechos con métodos más eficaces y saludables para el planeta) nos pone en el buen camino. Uniendo hilados y sostenibilidad para lograr estas dos metas, quiero que conozcan a Lanas Mollenses Santa Flora.

El trabajo de Silvia Álvarez y su familia –los iniciadores de Lanas Mollenses- tiene un triple beneficio:recupera la labor tradicional de Navarro, su pueblo, que es la producción de ganado ovino –en estado crítico en la actualidad-, pone como norte la sostenibilidad en sus procesos y genera salida laboral a muchas mujeres de la zona sumándolas a este emprendimiento y capacitándolas.

“Con mi familia quisimos volver a lo natural, y encontramos en un pueblo del partido de Navarro, Villa Moll, el lugar indicado para comenzar con nuestra aventura. Nos asentamos con el objetivo de tener un establecimiento lo más autosustentable posible”, nos cuenta en exclusiva Silvia.

“La idea de producir hilados se gesta a comienzos del año 2013 y así comenzamos por generar nuestro propio rebaño. Con el correr del tiempo fuimos despertando el interés (contando la iniciativa y armando capacitaciones) en el pueblo y en las zonas aledañas, y luego se unieron un grupo de mujeres con los mismos intereses y ganas de aprender un oficio”.

“La dinámica generada con la red de tejedoras de la zona se basa en la confianza y nos permite brindarles la materia prima para que ellas la trabajen y luego nos pagan una vez que el producto fue vendido. Los hilados y tejidos se venden particularmente en ferias o fiestas de los diferentes pueblos.”.





AV: ¿Cómo surgió el interés por producir lana y tintes más naturales?

S: Este proyecto tuvo dos disparadores: por un lado la historia productiva de la región del Río Salado y por otro la idea principal de volver a lo natural viendo la contaminación generada en la producción de lanas industriales.

Estamos al sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, esta zona históricamente fue y es productora de ganado ovino. En la década del ‘40 se estima que había 40.000 cabezas de ganado y hoy contamos con apenas 6.000. Como consecuencia de este declive productivo en el año 2013 en nuestro pueblo, Villa Moll, la lana se quemaba porque no tenía valor. Fue entonces cuando decidimos con un grupo de mujeres organizarnos y retirar de los campos la lana que se tiraba.

Viendo las necesidades que iba a tener el proyecto, se armaron cursos para poder capacitar a la gente que se iba sumando. Así desarrollamos los oficios de esquilador, hilanderas, tejedoras y aprendimos el arte de teñir lanas naturalmente.

Comenzamos haciendo alfombras rústicas ya que la lana no era de buena calidad. Con el tiempo fuimos seleccionando y clasificando la lana para poder destinarla a distintos fines y mejoramos la esquila en los campos obteniendo un mejor corte para que la lana quede del largo adecuado para el hilado. Nuestro rebaño también fue mejorando, y hoy tenemos 20 ovejas madres y un carnero raza.

En esta búsqueda de lo artesanal y de bajo impacto ambiental comenzamos a teñir las lanas con diversos frutos de la naturaleza. Flores, ramas, raíces, semillas, cáscara de cebollas, corteza de eucaliptus, sauces y manzana, entre otros, para identificar los colores del Salado.

¿Cómo es la organización para trabajar los hilados? 

Logramos un ritmo de trabajo constante. Nos preparamos a mediados de la primavera para la esquila. Además de nuestra lana, hoy compramos la materia prima a los productores de la zona. En ese momento ya hacemos la clasificación de la lana y la almacenamos para trabajar todo el año. El lavado, hilado y teñido de la lana es constante (por el momento a pequeña escala) ya que nos permite tener producto disponible para la venta y para encarar los proyectos de tejido y telar. Este invierno estamos tejiendo ponchos y suéteres.


¿Cuáles son los planes a futuro para seguir creciendo? 

Nuestros planes a futuro son expandir la red de productiva incorporando a más agentes (productores, hilanderas, tejedoras) de los pueblos de la Cuenca del Río Salado. Esta expansión también debe venir de la mano de mejoras en la infraestructura, por eso estamos trabajando con el INTI en el desarrollo de ruecas bimotor y lavadoras/topeteadores de baja escala.




Como el fruto de su trabajo, proveniente en parte del propio rebaño, en parte de productores vecinos, es pulcramente elegido para transformarse en lana, ser teñido y tejido por artesanas locales, todo el ciclo está hecho con respeto hacia los otros y el planeta. Hasta lo que es desechado. Por eso, la lana de descarte del proceso de hilado, por ejemplo, este año sirvió ara confeccionar almohadas. A eso Silvia agrega, “las ventajas de utilizar como relleno lana de oveja son muchísimas: regulación térmica, no genera ni acumula electricidad estática y es naturalmente antialérgica entre otras cosas”.

Así, el círculo productivo se cierra virtuosamente, como comenzó. Productores locales, ovejas sanas, procesos tradicionales de hilado, tinturas que no llenan las aguas residuales de químicos malsanos y desechos que se transforman en recursos. Todo lo que una producción sostenible implica.




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