Ni la democracia con sabor a desgracia, ni la dictadura reciclada, ni la tortura atragantada, pudieron acallar el grito de una mujer, ante un cóndor que vuela bajito, para no dejarse ver. Dilma es Dilma. Y temer es temer. “No habrá nada en la vida que me pueda desmoralizar, porque sigo convencida de vivir para luchar”. Libre de toda coraza, nos abrió las puertas de su casa, sin seguridad y sin eventos protocolares, “por la unidad de los movimientos populares” y porque ninguna voluntad se desarma, mientras la dignidad aguanta: “No existe mejor arma que la garganta”.
Surfeando otra ola conservadora, refutamos como siempre toda “Policía pacificadora”, porque sólo pacifica la escuela, en el country o en la favela, pero no hay nada más rudo que la impunidad como escudo y la seguridad como ficción, siempre al servicio del mismo patrón: “El golpe fue una conjunción del empresariado, el entramado de los partidos liberales y todos sus medios comunicacionales”. Golpe, un golpe para el sometimiento “sustentable”, un golpe a la memoria, un golpe diferente, “el momento más lamentable de nuestra historia reciente”. Pues acá, en el planeta que ocupa la gente real, la grieta que preocupa sigue siendo horizontal y, aunque la televisión disimule la brecha como castigo eterno, la expansión de la derecha no tiene por enemigo a un gobierno, ni a la corrupción, ni al estudiantado, sino a la propia valoración del Estado. “Todo lo público les parece inviable y les resulta intolerable, salvo que esté a merced de los mercados y sus intereses privados”. No les molestan los precarios techos de tantos moradores, ni tampoco los malos modales: “Detestan los derechos de los trabajadores y todas las políticas sociales”. Señores y más señores, los machos pasan primero, todos bailando al ritmo del noticiero, buscando sus picos y rascando sus cobres, en pleno pasado del verbo vender: “Los brasileros somos ricos, pobres son las élites que han tomado el poder”. ¿Cómo llegamos hasta aquí? “Nadie sabe explicar el crimen que cometí”.
Nada para preguntar, “porque no logramos afianzar una ley de medios de verdad, capaz de garantizar una mayor pluralidad”. Abocada a cambiar el curso del discurso más repetido, “tal vez haya estado mal haber concedido ciertas exenciones impositivas”, que no se volvieron inversiones, sino cuentas fugitivas. ¿O quién dijo que no se cometieron errores? Algunos le costaron sus detractores del campo popular, por no haber clavado los frenos frente a la oligarquía, al haber designado ni más ni menos que un ministro de Economía. “Pero el impeachment estaba preestablecido un año atrás y, por más cambios que hubiéramos decidido, no había forma de haberlo impedido”. Dictadura es otra cosa y lo sabe por su juventud poderosa, atrevida, valiente, “pero nuestra democracia está carcomida internamente”. No se debe naturalizar un infierno, ni permanecer estático, “frente a un gobierno tan antidemocrático”. ¿Hay algo más evidente? “Que Lula será el próximo presidente”.
¿Pero qué le diría aquella Dilma estudiantil a esta mandataria de Brasil, que debiera estar gobernando de no haber sido destituida? “A seguir luchando, querida”.
Fuente: La Garganta Poderosa