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Propietarios beneficiados con la Conquista del Desierto

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En la imagen, mujer Aónikenk pintada magistralmente por el artista Diego Greco Moreyra.

Tras la sangrienta “Conquista del Desierto” fue tal el escándalo por el vergonzoso reparto de tierras en favor de un grupo reducido de especuladores, que hasta los militares protestaron por el atropello. Manuel Prado, que participó en la campaña con el grado de comandante incorporado a la columna de Villegas, escribió: “los soldados habían conquistado veinte mil leguas de territorio.

Y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió, sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo.

Al verse después, en muchos casos, despilfarrada la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas, al ver la garra de favoritos audaces clavadas hasta las entrañas del país, y al ver cómo la codicia les dilataba las fauces, y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de Reuque o Sayhueque. Pero así es el mundo, los tontos amasan la torta y los vivos se la comen”. En la imagen, mujer Aónikenk pintada magistralmente por el artista Diego Greco Moreyra.

Propietarios beneficiados con la conquista del desierto


En el trabajo titulado ¿Quién se quedó con el desierto? (1979), Silvia Cristina Mallo da un pormenorizado detalle de las familias y particulares que más se han beneficiado al término de la Campaña al Desierto emprendida por el Ministro de Guerra, teniente general Julio Argentino Roca (1878-1885). Vamos a ver el nombre de un ex presidente de la Nación (Victorino de la Plaza), de un hermano de Roca (Rudecindo Roca), del padre del aviador Jorge Newbery (Rafael Newbery), de un acérrimo unitario (Salvador del Carril) y el padre del ex presidente radical Marcelo T. de Alvear (Torcuato de Alvear), por nombrar algunos. La mayoría, casi de modo excluyente, se distinguía por ser amigo del general Roca.

Veremos en números y cifras, la culminación de una empresa que terminó robusteciendo las riquezas terrenales de unas pocas familias oligárquicas y de raigambre militar, varios de cuyos integrantes han promovido una política agropecuaria liberal y de espaldas a los intereses nacionales, tal los dictámenes de la división internacional del trabajo regido desde su epicentro inglés.

No se pone aquí en duda la acción llevada a cabo contra las tribus maloneras que atormentaban los mojones fronterizos y sus economías, sino, más bien, la terminación que tuvo la misma. El elemento criollo, en esta etapa de la vida argentina, fue empleado para beneficiar a los que a continuación enlistamos, pues, luego de transcurridos los hechos de sangre y fuego, en los que puso lo mejor de sí, el gauchaje mal pago vuelve a su morada y se halla con que nada le había quedado ya.

Jorge Oscar Sulé, citando al Comandante Prado, va a indicar este cuadro paupérrimo vivido por los paisanos de los fortines y comandancias: “Cuando nos manden a la basura por inútiles, iremos todos ladrando de pobres, sin pan para los cachorros mientras ellos (los proveedores aventureros) serán ricos y panzones, cebados con sangre de milicos, dueños sin que les cueste un medio, de todas estas tierras que dejamos jalonadas con huesos de nuestras osamentas”. Vicente Quesada recordará una frase de Julio Argentino Roca a poco de andar su primera presidencia: “El capital inglés es el mito del progreso”, y vaya si se lo ha llamado a los proveedores de Albión para sacar los provechos ganados a través del pobre gaucho de nuestros fortines.

Indudable fue –y queda demostrado-, que la incorporación de tanta tierra se llevó a cabo en un proceso harto desigual. Prado anota en La Guerra al Malón, que gauchos y milicada “Habían conquistado veinte mil leguas[1] de territorio y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron –siquiera en la estercolera del hospital- rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo”. Aquí transcurre buena parte del drama del Martín Fierro de José Hernández. Aquí comienza a gestarse el matrerismo y la domesticación de nuestro ser nacional por excelencia, y de no ser por el manifiesto de la obra martinfierrista, pocos sectores de la vida nacional acusaban esta penosa realidad.

Algunos periódicos argentinos de entonces sí se hicieron eco de la situación, por lo que seguían “reclamando por la desenfrenada fiebre de tierras y por la especulación que ello entrañaba, fraude y más fraude”, anota la revisionista Cristina Minutolo de Orsi, para quien, no obstante, hay que saber diferenciar la buena intención de Roca al momento de asumir como presidente en 1880, en tanto que el teniente general, mal o bien, tiene por eje principal “la grandeza de la nación”. A su vez, la premisa se sostiene por el intelecto y la creación de sus hombres ministeriales y por “la fiebre creadora que a todos (ellos) animó”

Antes de pasar al infame listado de los que se enriquecieron tras la empresa roquista, Sulé agrega que “lejos de asegurar tierra a sus protagonistas criollos y gauchos estableciendo una distribución justa y adecuada de la misma, pasará a manos de agiotistas, acaparadores, viejos y nuevos latifundistas que acrecentarán su poderío político y económico y les asegurarán el connubio de intereses externos”. Punto entonces:


PROPIETARIOS DE MAS DE 30.000 HAS.

Martínez, Carlos 250.000 hectáreas

Unzué, Saturnino 250.000

Ugarte, Marcelino 177.500

Penco, Juan 145.000

Poviña, Luis 135.000

Del Carril, Salvador 130.000

Drysdale, Tomás 122.500

Cambaceres, Antonino 120.000

Armstrong de Elortondo 102.500

Bares, Juan 102.500

Fontán, Felipe 102.500

Mattaldi, Eugenio 102.500

Alvear, Diego de 97.500

Alvear, Torcuato 97.500

Drysdale, José 95.000

Pradere, Francisco 95.000

Drysdale, Juan 90.000

Casbas, Juan 87.500

Tornquist, Ernesto 82.550

Naveyra, Manuel 80.000

Piñeyro, Francisco 80.000

De la Torre, Ambrosio 80.000

Alston, Juan 75.000

Castex, Eduardo 67.500

Mezquita, Marcelino 67.500

Leloir, Alejandro 62.500

Belastegui, Melchor 60.000

Berraondo, Martín 60.000

Cañas, Juan 60.000

Duggan, Tomás 60.000

Humphreys, Federico 60.000

López, Ramón 55.000

Nazarre, Pedro 55.000

Read, Jorge 55.000

Bemberg, Otto 50.000

Casbas, Miguel 50.000

Parera, Faustino 50.000

Quintana, Bruno 50.000

Real, Jacinto 50.000

Corbett, Jorge 47.500

Pico, Pedro 47.500

De la Plaza, Victorino 47.500

Serantes, Teodoro 47.500

Greene, Juan B. 45.000

Ham, Santiago 42.500

Roca, Rudecindo 42.500

Costa Argibel, Andrés 40.000

López, Cecilio 40.000

Molina, Agustín 40.000

Newbery, Rodolfo 40.000

Paats, Guillermo 40.000

Quintans, Francisco 40.000

Scaravelli, Aníbal 40.000

Bourde, Alfonso 40.000

Bourde, Juan 40.000

González Cháves, A. 37.500

Ricketts, Jacobo 37.500

Bustos, José 35.000

Fernández, Alberto 35.000

Zaldarriaga 35.000

Bianchi, Sebastián 32.500

Durañona, Mateo 32.500


FAMILIAS CON MAS DE 30.000 HAS.

Shaw, Juan é hijos 147.500 hectáreas

Chas, Tomás y Joaquín 60.000

Devoto, Antonio y Bartolomé 60.000

Guerrero y señora 55.000

Pradere Hnos. 52.500

Quintana Hnos. 40.000


COPROPIETARIOS CON MAS DE 30.000 HAS.

Cassey E. y Moss, J. 270.000 hectáreas

Belloq y Larramendi 60.000

Grigg y E. Mullhall 55.000

Paso, Demaría y Rosa 55.000

Lartigue y Pla 47.500

Herrera y Balcarce 40.000

Fernández y Poblet 35.000


COMPAÑIAS

Luro, Santiago y Cía. 100.000 hectáreas

Mallman y Cía. 65.000



Por Gabriel O. Turone


Bibliografía:

– Mallo, Silvia Cristina. “¿Quién se quedó con el Desierto?”, Revista “Todo es Historia”, Mayo 1979, Nº 144, Año XII.

– Sulé, Jorge Oscar. “Los Heterodoxos del ‘80”, Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de General San Martín, Villa Maipú, Prov. de Buenos Aires, 2008.

– Triana, Alberto J. (Padre Aníbal Röttjer). “Historia de los Hermanos Tres Puntos”, Segunda Edición, Buenos Aires, 1958.

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