“Los procesos evolutivos con relación a la biodiversidad han ‘construido’ medicinas con las que seguimos ensayando y aprendiendo. Estas especies son las que dan respuestas en lo cotidiano constituyendo una medicina doméstico-casera que la gente, a través del ensayo-error y de la transmisión oral, ha sabido utilizar muy bien” explica Gustavo Martínez, un joven biólogo, Doctor en Ciencias Agropecuarias, que desarrolla investigaciones en el campo de la etnobotánica y etnoecología en comunidades del Gran Chaco.
Entre sus tareas desarrolla proyectos como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Sin embargo, en todo el país, se están poniendo en jaque a estas fábricas de medicamentos naturales que son los bosques: “Es inminente la desaparición de muchos de estos recursos, de estos laboratorios naturales por las problemáticas que todos conocemos: la expansión de la frontera agrícola, la forestación con especies exóticas, el desarrollo de pinares, el desmonte, los cultivos- especialmente de papa y de soja- y el empleo de agroquímicos en zonas que eran amplias extensiones de monte”, cuenta el biólogo.
Gustavo Martínez señala que “muchas de las especies medicinales forman parte del estrato herbáceo o arbustivo y recurrentemente se piensa que conservar bosques es conservar grandes especies leñosas. En los fachinales degradados hay mucha diversidad biológica y al común de la gente le da lo mismo reemplazarlo por un cultivo”.
El etnobotánico afirma que “los pobladores locales que conviven desde épocas ancestrales con estos ambientes saben que allí tienen a mano medicinas que les sería mucho más costoso adquirir en farmacias o laboratorios.”
Unas 40 especies autóctonas son utilizadas a nivel industrial por laboratorios de especialidades médicas, farmacias, herboristerías, casas de dietéticas, perfumerías, cosmetología, aromaterapia y destilerías para diversos productos aperitivos.
TOPADORA versus YUYITO, una lucha desigual
La problemática de los desmontes también afecta a las plantas medicinales que habitan los bosques de nuestro país y las controvertidas leyes que propiciarían el uso sustentable de los bosques no contemplaron la protección de la preservación de estas especies medicinales. “Los hechos demuestran, indica Martínez, que se mide la conservación en términos de biodiversidad de especies naturales y especies de usos más inmediatos, más visibles. Debemos entender que hay una estrecha relación entre multiplicidad cultural y diversidad biológica; en nuestro país hay grandes aéreas de diversidad cultural o étnica, comunidades indígenas, criollas y campesinas que conservan la biodiversidad porque en sus actividades cotidianas hacen uso del recurso.
El científico Martínez agrega que “las plantas medicinales forman parte de estratos que no están considerados en un mapa de conservación o que pueden estar en un ambiente degradado. Si se tuviera en cuenta esta riqueza cultural y las necesidades de grupos étnicos o comunidades nativas se podrían incluir en un mapa de conservación. Pero además, el uso del territorio en el monte de una comunidad originaria o de grupos campesinos va mucho más allá de un predio demarcado por un papel legal, es todo el ámbito en donde se usan las plantas, es todo el monte chaqueño, por ejemplo, en donde se utilizan plantas con raíces reservantes que proveen de agua, que proveen de alimentos, de materia prima para la producción de artesanías, plantas tintóreas, alimenticias o las utilizadas para la medicina veterinaria”.
Y agrega que “si se pensara en la conservación, también en términos culturales, habría que pensar en todos los ámbitos en el que se requiere el uso del monte, que son muchos. La desaparición del monte determina la desaparición de prácticas y con ello la desaparición de culturas. Nuestro pensamiento tiene un trasfondo social y de conservación de la cultura que no tuvieron las últimas leyes que legislan el futuro de los bosques”.
Laboratorios naturales
Lo cierto es que a partir de técnicas milenarias y saberes transmitidos de generación en generación, la farmacopea natural ha sido protagonista en la medicina tradicional, algo más que un simple bálsamo para los sectores más desprotegidos de la sociedad. Valorar este recurso natural e investigar sobre sus usos son tarea de Gustavo Martínez, un etnobiólogo apasionado por su trabajo con las plantas medicinales y con los pobladores que las utilizan desde tiempos inmemoriales.
Tan importantes son estos productos de la naturaleza que la Organización Mundial de la Salud (OMS), advierte, desde hace años, que en la atención primaria de la salud se deben incluir las prácticas médicas ancestrales y las plantas tradicionales.
“La medicina oficial -explica Martínez- todavía no se hace eco para responder a cuestiones que no solo son aspectos parciales del organismo, cuando se centra en una afección puntual, en un agente etiológico o en un agente bacteriano. Resuelve esos casos con fármacos, pero hay enfermedades que tienen orígenes ambientales o psico-sociales, por ejemplo”.
El etnobotánico de la UNC agrega que “para la gente del campo, hay enfermedades originadas por la envidia, por tensiones, por desequilibrios en el ambiente. En el noroeste, por ejemplo, existe una enfermedad que se llama aikadura, originada por aspirar el aire de los cementerios. Lo mismo pasa con la culebrilla, la pata de cabra, el empacho, la ojeadura, enfermedades que están presentes en gran parte del territorio argentino. Los médicos de la medicina oficial no pueden dar respuestas a esto. Algunos, tratan de traducirlas a la medicina oficial y dicen la culebrilla es, en realidad, el herpes soto pero los antropólogos advierten que no, que en realidad, son distintos modos de concebir la enfermedad y que, por lo tanto, hay que buscar una respuesta diferente, como el de la cura ritual, con una eficacia incomparable a una respuesta farmacológica, así como una caricia, estas prácticas surten efecto” explica el especialista y comenta: “Si una imposición de manos no fuese efectiva, la gente no buscaría eso”.
De Galenos y Chamanes
En Argentina, las investigaciones etnomédicas entre campesinos se han interesado especialmente por los criollos y mestizos de la región del noroeste (NOA). “El contacto con la gente, el conocer su prácticas y sus saberes- explica Martínez- me abrió un mundo en las formas de vincularme con las personas que abre la perspectiva acerca de que el conocimiento científico no es lo único válido o empírico, si no que hay muchas otras sabidurías trascendentes en la gente de las sierras”.
El etnobotánico Gustavo Martínez desarrolla, junto a un grupo de voluntarios, tareas de educación en escuelas rurales, dictando particulares clases en conjunto con una curandera de las sierras, los alumnos con sus saberes y los maestros. También, coordina caminatas compartidas con pobladores de la zona, fármaco-botánicos, curanderas, etnobotánicos y chicos de las escuelas.
Martínez, opina que hay una estrecha relación entre las curanderas y las plantas medicinales en la medicina tradicional, aunque aclara que “la gente no elige el curanderismo como única alternativa, la realidad muestra que la gente hace trayectorias médicas o itinerarios terapéuticos en los que buscan cuidar su salud con distintas prácticas: busca un remedio en un dispensario pero también requiere de un consejo de un sanador, de la mirada integral que le dispensa un curandero, de la cura ritual, de la cura de palabra, el uso de una planta o de un rito del culto pentecostal carismático. La realidad muestra -afirma el investigador del CONICET- que una enfermedad, no es solo el malestar de un cuerpo sino una dolencia integral de la persona”.
Medicinas múltiples
El biólogo Martínez señala que “el paradigma de la biomedicina – que es la medicina oficial- es la única medicina legitimada en nuestro país, jurídicamente permitida, que ofrece muchas cosas pero también tiene muchas contradicciones y limitaciones. Basta pensar en los efectos secundarios de algunos fármacos, en este caso. Por otro lado, las medicinas tradicionales-agrega el científico- tienen experiencias muy consistentes y efectivas, no solo por lo farmacológico sino también por el valor simbólico que tienen muchas de sus prácticas, con mucha capacidad de producir o generar salud por lo que moviliza. No por eso, está exenta de posibles limitaciones o perjuicios, porque el uso de plantas puede también conllevar riesgos”.
Martínez agrega que “no todas las plantas, por ser naturales son saludables, hay especies que son tóxicas por lo que nos toca advertir o asesorar sobre determinados principios activos que convendrían o no a la hora de ser utilizados. Cuando uno se va acercando a la gente, en la humildad de los conocimientos, de los saberes se da cuenta que también es importante despojarse un poco de las soberbias pretensiones de lo académico que es casi un imperativo, una exigencia, en estas cosas”.
La naturaleza a su servicio
Relacionado con el comercio de plantas medicinales nativas, el investigador del CONICET, señala que “no estamos en contra de la comercialización sustentable que hacen muchos pobladores locales, producto de la recolección de hierbas, muchos viven de recolectar la peperina, el tomillo y otras hierbas”, y agrega que “trabajamos en tareas para promover la domesticación de esas especies, investigamos de qué manera se pueden extraer esas plantas sin arrancarlas de raíz, respetando los ciclos fenológicos, los criterios de corte, cuales son los espacios topográficos que deben defenderse para que una planta siga haciendo su ciclo, cómo evitar que las cadenas de comercialización largas promuevan la explotación de los pobladores”, concluye Gustavo Martínez.
El biólogo señala que el extractivismo ha sido un gran problema para la preservación de especies como el tomillito serrano y ejemplares aromáticos desde tiempo atrás, sobretodo en la región de Traslasierras, en la provincia de Córdoba. “Desarrollamos un rango acerca de las especies más presionadas, teniendo en cuenta la demanda comercial, el uso cotidiano y su abundancia en las zonas; en primer lugar figura la peperina, el tomillito serrano, el vira-vira, la carqueja, la cola de caballo, la pasionaria y algunos helechos”, describe el etnobotánico.
“En muchos lugares del país hay acopiadores, extractores a granel, que son los que producen la devastación mucho mayor y una mayor explotación del trabajador local. Parte de nuestra tarea ha sido la realización de talleres de uso y manejo acorde a normas apropiadas de comercialización de hierbas nativas, y reglamentarias del ANMAD, todos elementos que le proveen de un valor agregado a los productos que los pobladores locales acostumbran a ofrecer los turistas, por ejemplo”.