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El resurgimiento de la identidad indígena argentina

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El doctor Félix Acuto.
(Fuente: Félix Acuto)
Félix Acuto estudia los procesos de resurgimiento de las identidades indígenas en la Argentina. Explica las estrategias de los Pueblos Originarios para ser reconocidos por el Estado y analiza el papel histórico de los académicos en relación a esta problemática.

Nicolás Camargo Lescano - Agencia CTyS
Dom, 1 Mar 2015 

Asamblea de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita
Asamblea de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita, realizada en el valle Calchaquí. (Fuente: Félix Acuto)

No había lugar para ellos. La consigna “civilización o barbarie”, impulsada desde fines del siglo XIX, los expulsaba de la nueva sociedad moderna que se empezaba a construir. Así, los pueblos originarios pasaron a ser un estorbo, una prueba del atraso que debía ser eliminado, erradicado y desaparecido.

A las masacres y la apropiación de tierras durante la llamada Campaña del Desierto se sumaron luego las voces de la escuela y los medios de comunicación, que contribuyeron con estereotipos negativos sobre la figura de los pueblos indígenas o a su invisibilización. Pero el presente parece mostrar un cambio de tendencia.

“Hay un proceso de reemergencia de las identidades, de las organizaciones, de la voz indígena y de la visualización de sus prácticas en Argentina y en el continente entero”, asegura Félix Acuto, doctor en Antropología e investigador adjunto del CONICET. Junto a su equipo, estudia las formas en que los pueblos originarios construyen su identidad y reivindican sus costumbres y su historia.

Este resurgimiento de la identidad indígena, explica el académico, puede encontrar su génesis en la existencia de derechos. “Hay un reconocimiento en las constituciones, en la firma de tratados internacionales. Es decir, ahora tienen herramientas para pelear”, explica el académico, quien se doctoró en la Universidad del Estado de Nueva York y es docente de la Universidad Nacional de La Matanza.

Cuando la tierra llama

Los pueblos originarios, explica Acuto, consideran que "hay una cuestión esencial de identidad indígena: si uno es descendiente de los pueblos originarios, en algún momento, va a sentir el llamado de la Tierra. Es algo que tiene que ver con el ser y con una subjetividad ligada a la tierra y al mundo”, detalla.

Uno de los principales problemas que enfrentan las comunidades originarias son las visiones estereotipadas. “Mucha gente -alerta el académico- sigue pensando que los indígenas no existen más, que existieron pero hace 150 años. No es que desaparecieron y vuelven de la nada, sino que vuelven por la existencia de nuevos derechos y porque hay una base cultural que sobrevivió”.

El antropólogo explica también que, si bien a nivel discursivo y en la esfera pública hubo tal vez un retraimiento de las comunidades originarias, “a nivel privado se mantuvieron estas prácticas culturales. Es decir, en público se canta el himno, se habla en español y se festeja el 25 de mayo, pero en el ámbito privado se habla en mapudungun -nombre de la lengua mapuche- y realizan sus prácticas culturales”.

Nuevas leyes para viejos derechos

El desarrollo y surgimiento de variadas herramientas legales resultaron clave para los pueblos originarios a la hora de luchar por sus derechos, como lo fue por ejemplo el reconocimiento en la Constitución. “La de 1853 dice únicamente que había que pacificarlos, en cambio la de 1994 reconoce su preexistencia al Estado y establece que se le deben dar recursos y tierras”, agrega.

Sin embargo, aclara que todavía hay muchas cuestiones por superar, como por ejemplo el hecho de que para constituirse frente al Estado, cada comunidad se debe presentar con personalidad jurídica. Al tener una fecha de inicio, quedaría sin efecto la condición de preexistencia. “Los pueblos originarios consideran que, al no ser ni una ONG ni una sociedad civil, el Estado debe implementar otros mecanismos para reconocerlos”, indica.

Otra de las problemáticas es la que se presenta con las tierras. “Está la ley 26.160, que prohíbe los desalojos a comunidades de pueblos originarios- expone el investigador-, aunque esto no siempre se cumple. Además, tienen una concepción distinta de lo que significa la propiedad. En el Estado moderno, la tierra es individual, en cambio ellos proponen una propiedad colectiva”.

Según Acuto, uno de los principales objetivos de las comunidades indígenas es tomar la voz. “No quieren que nadie hable por ellos, sino que quieren hacerlo en primera persona. Muchas veces se reproduce esta visión paternalista del ‘pobre indio’, que no entiende”, asegura.

El antropólogo también explica que “reclaman el derecho a la consulta: cada proyecto que se realice en terreno de los pueblos originarios y que afecte directa o indirectamente sus derechos, sea desde un proyecto de investigación hasta una empresa de extracción de recursos naturales, debe tener su consentimiento. Y todavía estamos lejos de eso”.

De la complicidad a la crítica reflexiva

Como en otras esferas de problemática social, la ciencia también jugó un rol importante en la invisibilización y las visiones estereotipadas de los pueblos originarios. “En el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, los académicos fueron funcionales a las políticas del Estado-Nación. E, incluso, hay algunos casos recientes, como un libro publicado en 2007 de colecciones hechas por antropólogos y arqueólogos, que hablan de los diaguitas como ‘un pueblo del que solo quedan recuerdos’”, asevera Acuto.

Si bien para el investigador hubo un cambio radical en los últimos años de parte de la academia al tomar una postura reflexiva y crítica sobre su papel en el pasado y en el presente, también aclara que todavía hay varios aspectos para corregir, como el hablar en lugar de ellos o no difundir los avances en la materia.

“En lugar de ponerse a su disposición y ser un instrumento de una organización, suelen tomar una posición por arriba de ellos”, alerta Acuto, y agrega que “muchos han construido ideas muy importantes que favorecerían la lucha de sus derechos, pero las mantienen únicamente en el ámbito académico”.

Por eso el antropólogo propone replantear la relación sujeto-investigador. “Para recibir hay que dar. Como la posibilidad, por ejemplo, de escribir artículos junto a ellos. En mi caso, primero me ofrezco para hacer un montón de actividades previas y recién después solicito hacer entrevistas o estudios de observación. Tal vez se hace más lento, pero abre muchas puertas porque hay un vínculo más fuerte”, concluye.
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